El dolor tiene como función señalar un mal funcionamiento del organismo. Cumple un papel útil como señal de alarma, alertando al individuo para que actúe frente a una situación anormal.¹
El dolor puede considerarse un sentido, al igual que la vista, el oído o el tacto. Ante una agresión interna o externa, el cuerpo debe ser informado para reaccionar rápidamente. Aquí es donde interviene el dolor: informa al organismo de cualquier impacto o lesión.
El mensaje doloroso se origina en receptores especializados dispersos por la piel y la mayoría de los órganos: los nociceptores. Su función es enviar al cerebro una señal nerviosa que identifica un daño potencial. Por ejemplo, al tocar una superficie caliente, los nociceptores se activan y envían un mensaje a través de nervios especializados hasta el cerebro por la médula espinal. En esta etapa, no se trata aún de dolor, sino de una señal informativa llamada « nocicepción ».
Cuando el mensaje llega al cerebro, este lo interpreta (ubicación, intensidad, tipo de sensación) y lo modula según factores como el estado emocional, recuerdos, experiencias previas de dolor y estado de salud. Luego, el cerebro decide si el daño es grave y si debe provocar una reacción (huida, defensa, llanto…). En el ejemplo de la mano sobre una superficie caliente, el cerebro identifica el mensaje como doloroso, pero la mano ya habrá reaccionado gracias a un reflejo espinal.
En el sistema nervioso, diferentes mecanismos regulan la intensidad del dolor. Durante su recorrido, el mensaje doloroso puede amplificarse, disminuir o incluso bloquearse gracias a sistemas reguladores. La Teoría de la Puerta de Control, desarrollada en 1965 por R. Melzack y P.D. Wall, explica que el mensaje atraviesa una «puerta» en la médula espinal, la cual se abre o cierra según la activación de fibras nerviosas. Por ejemplo, aplicar agua fría en una quemadura o frotar una zona golpeada puede activar fibras que bloquean la señal y alivian el dolor.
El dolor agudo cumple la función de señal de alarma. Sin embargo, cuando se prolonga, puede modificar el funcionamiento de los nervios que transmiten la señal al cerebro, facilitando su paso. Así, puede volverse persistente o recurrente y convertirse en dolor crónico, es decir, cuando dura más de 3 meses. En ese caso, pierde su función de alerta y se convierte en un problema en sí mismo: se habla de « dolor enfermedad ».
1- Institut National du Cancer. La douleur, c’est quoi? Disponible en https://www.e-cancer.fr/Patients-et-proches/Qualite-de-vie/Douleur/La-douleur-c-est-quoi (consultado el 17 de febrero de 2023)
2- CNRS. Ce que l’on sait de la douleur, CNRS le Journal, 2019. Disponible en : https://lejournal.cnrs.fr/articles/ce-que-lon-sait-de-la-douleur (consultado el 17 de febrero de 2023)
3- INSERM. Douleur. Disponible en : http://www.inserm.fr/thematiques/neurosciences-sciences-cognitives-neurologie-psychiatrie/dossiers-d-information/douleur (consultado el 17 de febrero de 2023)
4- R.Melzack. Gate Control Theory, On the evolution of Pain concepts. Pain forum 5(1): 128-138, 1996. Disponible en https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S108231749680050X (consultado el 17 de febrero de 2023)
5- Calvino B. Les bases neurales de la douleur. Psychol NeuroPsychiatr Vieil 2006 ; 4 (1) : 7-20. Disponible en https://docplayer.fr/49257294-Les-bases-neurales-de-la-douleur.html (consultado el 17 de febrero de 2023)
6- Institut National du Cancer. Douleur aigüe, chronique. Disponible en : http://www.e-cancer.fr/Patients-et-proches/Qualite-de-vie/Douleur/Douleur-aigue-chronique (consultado el 17 de febrero de 2023)